PALABRAS ABIERTAS
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LA RISITA

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Mensaje  leoasi 7/11/2007, 2:33 am

LA RISITA

Roberto devoraba como siempre las noticias en la Internet, desde que llegó de Cuba y pudo comprarse una computadora, ávido de noticias y tecnología no se despegaba de ella, desde su apartamento en una concurrida calle de New York, pasaba horas escudriñando cuanta cosa le llamaba la atención, este aparato había pasado a formar parte de su anatomía, un apéndice, un miembro mas, como un brazo o una pierna, la televisión ya no le interesaba, en la computadora era libre, viajaba por el mundo sin pasaporte, sin pagar tiques ni alojamiento, lo último que hacía antes de acostarse era apagarla, y la primera acción al levantarse era prenderla para terminar lo que no pudo la noche anterior vencido por el sueño.
Una de esas noches en que navegaba como un pirata por páginas de países lejanos, sintió por primera vez aquella sensación extraña, como una respiración húmeda en su nuca, al principio no se preocupó mucho, pero al repetirse varias noches la misma sensación pensó era debido a las largas horas que pasaba frente a la pantalla.
Hacía ya unos días que oía una risita por las esquinas y siempre volteaba a mirar y no veía nada, pero ese día la risita vino de atrás de su espalda, como un susurro cerca de su oreja izquierda oyó esa risita burlona, que se había instalado en su domicilio como una compañera indeseable, se paró, miró a todas partes pero no había nada, angustiado se acostó y justo cuando empezaba a soñar recibió una sonora bofetada en pleno rostro, asustado se incorporó prendió todas las luces y recorrió su pequeño apartamento de un solo cuarto buscando un presunto intruso, chequeó la puerta y las ventanas pero todo estaba bien, se miró el rostro enrojecido en el espejo, desde una esquina de la sala se oyó la risita una ves mas y no pudo cerrar un ojo esa noche.
Pasaban los días y las bofetadas eran cada vez mas asiduas, no había momento en que Roberto se encontrara a oscuras que de pronto como salido de la nada algo le propinaba una estruendosa bofetada seguida de la risita burlona, Roberto intuía que estaba lidiando con algo fuera de su comprensión, algo que lo tenía al borde del infarto del miocardio. Decidió dormir con las luces encendidas, pero cada vez que se le olvidaba, iba a la cocina o entraba al cuarto sin encender las luces, “pum” de nuevo recibía su castigo seguido de la risita burlona.
Roberto estaba volviéndose loco, había bajado mucho de peso, estaba pálido, casi no dormía, en cualquier lugar sobre todo en su trabajo se quedaba dormido enfrente de cualquiera, todos sus amigos le preguntaban que andaba mal, pero el no se atrevía a contarle a nadie su problema, no quería que no le creyeran y se burlaran de el.
Empezó a notar que cuando único no era molestado era con las luces encendidas, sentía la gélida respiración y la risita revoloteando en el ambiente pero nada de golpes. Una vez en que sintió la presencia bien fuerte en su espalda, apagó de súbito la computadora y pudo divisar reflejada en la pantalla detrás de el una sombra oscura que se difuminó al instante.
Empezó a recordar a su abuela que practicaba la santería, recordó los cuentos de sus vecinos en Cuba sobre los muertos oscuros que le mandaban sus enemigos envidiosos, y se dijo para si mismo que ya tenia resuelto el problema, ¿como no lo había pensado antes?, aunque el era ateo después de todo pensó que si existían estas cosas, su rostro era una prueba, pero quien pudo haberle enviado semejante ser, el era casi un ermitaño, solo tenia poquísimos amigos mas bien conocidos, y ningún enemigo que el supiera. Se paró y como si le hablara a alguien, en voz alta le dejó saber a ese algo que lo atormentaba que sus días estaban contados.
En la mañana llamó al trabajo pretextando estar enfermo y decidió no regresar a su casa hasta haber encontrado una solución a su problema.
Caminó por espacio de una hora pero en Brooklyn no se topó con ningún santero o palero, el vivía en un barrio de rusos en Brighton Beach, un tema como ese allí era peor que hablar en chino, decidió irse a Queens y si no resolvía se iría hasta New Jersey o al mismo Miami pero no estaba dispuesto a recibir una bofetada mas, enfiló sus pasos hacia el tren 7 y una ves en Jackson Heights se sintió con suerte al saberse en un barrio mayoritariamente de latinos, no caminó mas de media hora cuando divisó a una despampanante mulata vestida de blanco y llena de collares coloridos, que se disponía a cruzar una calle cuando Roberto la interpeló como si la conociera de siempre, le contó su problema con todos los detalles, la muchacha lo llevó a una botánica y le escogió todo lo que necesitaba. Roberto regresó cargado de palos, hierbas y velas, colonia, cascarilla y un montón de palabras apuntadas en un papel que tenia que repetir.
Una vez en su apartamento puso manos a la obra, se bañó con perfume y flores, sacudió las hierbas por toda la casa mientras repetía palabras en un idioma nuevo para el, rayó los palos y entró al cuarto, pero cuando se proponía prender la última vela olvidó dejar las luces encendidas y “plaff ” de nuevo una bofetada le cruzó el rostro, cayó de bruces sobre el polvo de los palos que había rayado y por poco provoca un incendio con las velas. Roberto mas asustado que vivo cogió la escoba y empezó a blandirla en el aire por toda la casa, persiguiendo a la risita que burlonamente se escurría en las esquinas.
Roberto corrió hasta la iglesia mas cercana dispuesto a regresar con un cura para que exorcizara su morada, pero allí nadie le creyó, al verlo tan desaliñado, ojeroso, y lleno de golpes, creyeron que era algún loco o drogadicto, Roberto se sentía derrotado, pensó en mudarse pero la santera le dijo que era inútil ya que el ente lo seguiría a todas partes, se sentó en un rincón a llorar mientras la risita se dejaba escuchar como un eco de su llanto.
Pasaron los días y el hombre parecía no estar en sus cabales, andaba por las calles gritando “basta”, le hablaba a la risita, pero para todos estaba hablando solo, hacia un tiempo largo que no se presentaba a trabajar, sus compañeros de trabajo fueron a buscarlo y su sorpresa fue enorme al encontrar a Roberto tirado en una esquina balbuceando palabras ininteligibles, cuando trataron de levantarlo para llevarlo a su apartamento, este exclamó un grito de horror y echó a correr.
Desde que Roberto permanece encerrado con una camisa de fuerza en un oscuro cuarto de una clínica siquiátrica, los enfermeros y doctores se preguntan como es posible que Roberto amanezca todas las mañanas golpeado, mientras su mirada se ve perdida como buscando la luz.
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